El Puerto de la Luz (Ganadora V Premio Internacional HQÑ) by Jane Kelder

El Puerto de la Luz (Ganadora V Premio Internacional HQÑ) by Jane Kelder

autor:Jane Kelder
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2017-03-29T09:06:18+00:00


Capítulo 21

Tras desayunar sola, Natalia subió a la habitación del señor Nordholme. Llamó a la puerta y le abrió María del Pino, que había subido un té y pan con mantequilla al dueño de la casa.

–¿Cómo se encuentra?

–Ha dormido mejor. Y ya resiste la comida, aunque le sirvo poca cantidad cada vez.

–Me matan de hambre –protestó el hombre.

–Tiene que hacer caso al médico –le recordó Natalia.

–Lamento no poder acompañaros a Bandama. Si ayer hubiera comido decentemente, a lo mejor tendría fuerzas para montar, pero así no puedo recuperarme.

–Ayer aún tiraba todo lo que comía –le recordó la criada–. La mejor forma de recuperarse es no protestar tanto y hacer más caso.

–¿Has visto a Dan? –preguntó el señor Nordholme.

–Ha ido a por los caballos –respondió la criada.

En aquel momento, oyeron el sonido de la campanilla de entrada.

–Deben de ser los Bell –comentó Natalia–. Rachel dijo que vendría pronto para que me probara alguno de sus trajes de montar.

–No les hagas esperar –indicó el señor Nordholme a Natalia–. Y disfruta, yo estaré bien.

Natalia bajó a recibir a los recién llegados y, mientras cogía los pantalones y las botas que le entregaba Rachel, también llegó Dan. No lo había visto en todo el día anterior, y se le escapó una sonrisa mientras lo saludaba.

Él ni la miró. Hizo un saludo general, anunció que los caballos estaban listos y, cuando su hermana le dijo que debían esperar a que la señorita Fairley se cambiara, se limitó a hacer un gesto de exasperación y se adentró en el salón.

Natalia quedó defraudada ante esa reacción. Cuando subió a cambiarse, recordaba el momento de complicidad que se había creado entre ellos después del incidente con Pearce y se preguntaba qué había podido ocurrir para que ahora se mostrara tan desagradable. Mientras se colocaba la blusa por dentro y se sujetaba los pantalones con un cinturón porque le venían algo anchos, tuvo la esperanza de que su mal humor no tuviera nada que ver con ella. Pero la duda volvió a nacer cuando se hubo puesto las botas, que por suerte le quedaban bien, y se dispuso a regresar.

Efectivamente, mientras Rachel le decía lo bien que le quedaba su ropa y le reprochaba que no hubiera previsto un equipaje más completo, él la ignoró y se limitó a colocar las alforjas con el almuerzo en los caballos.

Después de montar, Dan se situó en cabeza, aunque enseguida Richard se puso a su lado, y partieron enseguida. Natalia quedó con Rachel y esta comenzó a hablar sobre las maravillas del paisaje, pero hubo de callar porque el paso que imprimía su hermano las obligó a acelerar.

–Ni que lo estuvieran esperando –se quejó Rachel.

Se internaron en la isla y el camino empezó a ascender. Pasaron cerca del castillo de Mata y, ante ellos, se alzaban montañas que iban apareciendo unas tras otras, aumentando su altura en cuanto asomaban. El paisaje árido al principio, solo salpicado de tabaibas, cardones y algún drago solitario, fue cogiendo color gracias a los cultivos de plataneras que había en las laderas y se tornaba más verde a medida que continuaba la ascensión.



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